miércoles, 31 de marzo de 2010



Los salones de juego de AZAR tratan de captar clientela con ofertas de restauración a precios muy populares La crisis parece haber elevado la afluencia de jugadores.
Las locales de tragamonedas no son lo que eran. Si no suele frecuentar los salones de juego o hace años que no pisa uno, quizá se sorprenda de la disparidad de máquinas que componen este universo del azar y su entorno, con sugerentes ofertas de restauración y ganchos para todos los sentidos. Las clásicas tragamonedas de tres carretes se completan de otras más sofisticadas, de pantallas digitales y sistemas interconectados. A pesar de estos cambios, el oscurantismo y la presencia jugadores ensimismados siguen caracterizando el ambiente de la mayoría de estos establecimientos, que, con la crisis, parecen ganar clientela.
Buena parte de estos locales se complementan con un bar o cafetería que les aportan un plus de normalidad y los alejan de los esquemas con que suelen identificarse. Así, atraen a un público más amplio. De hecho, resultan llamativos los bajos precios con que captan la atención del consumidor. Promociones de bebida, desayunos y meriendas a precios populares y una amplía carta de comidas --desde bocadillo y sandwich a platos combinados-- son algunos de estos ganchos. Al lado de la barra, en espacios independientes y psicodélicos, las tragamonedas buscan la atención de los jugadores con sugerentes premios. El abanico de posibles apuestas es muy amplio, con el bingo y ruletas electrónicas como últimas incorporaciones a este elenco del juego.
"Estoy viudo y jubilado. Aquí paso el rato", comenta un hombre de pelo canoso sin despegar la mirada de la tragaperras. "Procuro no venir todos los días, solo dos o tres a la semana", comenta sin revelar su nombre. "No hago cálculos sobre lo que gano o pierdo, pero creo que me suelo quedar igualado. Lo importante es que me entretengo". A escasos metros, desde un confortable sillón, otro jugador de avanzada edad se maneja con soltura con una compleja tragamonedas . "Sé jugar mucho. Me conozco muy bien esta máquina y me gano así un dinero extra", asegura. "La gente cree que los que venimos a estos sitios somos medio ludópatas, pero no es cierto, aquí hay gente de todo tipo", argumenta un joven, de 25 años, quien defiende que esta es "una forma más de divertimento".
Son pocos los jugadores que se avienen a hablar. La mayoría prefiere pasar inadvertida, al igual que los empleados y propietarios de los muchos locales visitados, que eluden realizar cualquier comentario.
La Asociación de Jugadores de Azar en Rehabilitación (J . A) advierte de que el número de aficionados al juego se ha elevado con la crisis. Y es que muchos ven en estas máquinas una solución mágica a sus penurias económicas.


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